20/11/08

ANTONIO GALA

A Antonio Gala le pone el amor en bruto. Como a mí el jamón. A Antonio Gala le erecciona el amor de pata negra (“La pasión turca”), el amor de bellota (“Más allá del jardín”), el amor del EROSKI (“El imposible olvido”) o el amor York (“El manuscrito carmesí”). Gala se ama tanto y desea tanto que los demás amemos tanto que uno se lo imagina en la feria del Libro abrazando, tocando a sus lectores mientras, a la vez, se abraza, se toca a sí mismo. Rocambolesca situación que, como un perro cojo y pulgoso o como sus novelas cojas y pulgosas, repugna.

Pero ¿podría ser yo, humilde varón, digno de recibir los mecherazos pasionales de tan alta pluma? No. Gala y sus “amorinos” buscan un húmedo receptáculo femenino donde germinar. Lo extraño es que sus mujeres (incomprendidas, incompletas, torvas, dolientes) cada vez se parezcan más a Concha Velasco. Gala podría contar la historia de una moza que se casa con un tipo de fama y que luego sufre porque él es un cantamañanas y que luego se deprime y que luego lucha contra la rutina y que luego se separa del gañan y que luego se encuentra, a sus 50, con un mozo dispuesto a inseminarla. ¡Coño! Si quitamos la última parte del joven brioso y añadimos “Sorpresa, sorpresa”, esa señora podría llamarse Concha Velasco. ¿Y quién es su jamelgo miserable? Obviously, Paco Marsó. Así, no nos debería asustar que la Concha sea una de las musas de Antonio junto a su bastón y a su pañuelo gaznateril. Me pregunto: ¿qué fue antes, el “Big Bang”, Velasco o Gala? Cuestiono: ¿la vida de Concha se basa en una novela de Gala o, por contra, la vida de Gala se basa en una canción popoide de Concha?

Lo único que me impide coronar este peñazo bimbapédico de mala hostia son las (de tarde en tarde) acertadas columnas de “EL MUNDO” del susodicho. En un espacio mínimo, al estilo del pueblo de Asterix, Antonio defiende a la racionalidad frente a los invasores (fíjense: comparte página con Federico JLS., Gabriel A. o Martín P.). Aunque esta benevolencia quizá esté provocada por una falta de imaginación mía. Si durante la lectura del periódico visualizo a Gala (bastón en mano, jersey amarillo piolín en pecho, voz aflautada en boca) susurrándome las palabras que estoy leyendo, probablemente soltaría el diario de golpe y, catatónico yo todo en mí gritando, correría hacia lugares mejores, antípodas de tanto amor, de tanta hostia en vinagre.

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