14/11/08

ISABEL PREYSLER

Isabel Preysler es lo más parecido a una Reina Alien que se puede ver en esta roca olvidada por nuestro creador. De hecho sólo he conseguido meterme en la boca un Ferrero Rocher cuando esta buena señora ha dejado de anunciarlos por temor a que, en realidad, cada uno de ellos contuviera un pequeño y agresivo feto dispuesto a anidar en mis intestinos y a sufrir un parto por cesarea forzosa en cualquier tranquila reunión familiar.

El que dude de su naturaleza extraterrestre sólo tiene que ver sus rasgos, esa forma de andar en plan Lisa Marie en Mars Attack!, su extraño acento pero, sobre todo, puede fijarse en que la genética de la tagala (o lo que sea) no es 100% compatible con la del ser humano.

De la camada alumbrada por la Preysler (Enrique, Julio José, Chábeli, Tamara y Ana) podría decirse que mantienen un aspecto casi humano pero, en realidad, ha heredado las taras de los especímenes desechados que pueden encontrarse en cualquier laboratorio del Área 51.

El experimento no ha podido salir peor: desconectados de la realidad, incapaces para ninguna actividad de provecho (emparejar calcetines, por ejemplo), dotados de un sistema fonador completamente irreconocible para el oído humano (osssea, kkafuerrrte, oyesss, ¿saes?, nnnaaapasssso…) y permanentemente aquejados de una pueril excitación. La Reina de la estirada belleza, entiéndase esto en todo su campo semántico, no puede por más que rezar a la deidad de su planeta para que la siguiente generación de especímenes si se acomode a esa compatibilidad. Será momento entonces de vernos invadidos por la vacuidad y la gilipollez congénita de esta peligrosa familia que se extenderá como las vainas frescas de La Invasión de los Ultracuerpos llevándose consigo los últimos restos de sentido común, ocupando no sólo la portada del ¡Hola! Si no también los parques, las escuelas, las diputaciones…

Quizás sea el momento de iniciar una justa acción de autodefensa terráquea y los eliminemos antes de que sobrevenga la tercera y temible generación. Ya sabes lo que dicen: “En el espacio nadie puede oír tus gritos”. Es posible que si no hacemos algo dentro de poco en la Tierra también lo sea.

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