
Al igual que la guerra de Irak, creímos que este regreso iba a ser fácil y rápido y que los habitantes de las canciones de Bosé nos recibirían como liberadores. Pues no, no resultó así. Primero, “Velvetina” (“chill ¡ouch!” con video impresentable al lado de Nacho Vidal) y, luego, ... “Papito”. “Papito”. “Papito”. “Redrum”. “Redrum”. “Papito” nos condujo al frenopático. Gracias a una idea original de mis cojones (versiones de sus éxitos con amigos de la calaña de Alaska o Paulina Rubio) el bueno de Miguel (¿o era Bimba?) empezó un “Fuckin’ Never Ending Tour” que, a día de hoy, mantiene sometido al pueblo español. En estos espectáculos satánicos suenan “Amante bandido”, adecuada para bodas y divorcios; “Nena” o “Sevilla”,... el perfecto listado de canciones si queremos experimentar una trepanación sin que nos abran el cráneo.
¿Y cómo reaccionó la población española? Pues nada, a bailar, que es lo suyo, digo, lo nuestro. En lugar de protestar por una invasión ilegal de un país extranjero (nuestra inteligencia), los rojigualdos y las rojigualdas continuamos nuestras existencias meneando el “cucú” con “Como un lobo” o “Morena mía”. Pero no todo está perdido. A change is gonna come. Necesitamos, demandamos, a un presidente gitano que, volando voy, volando vengo, nos haga olvidar a Bosé, a su sobrina y a la madre que los parió a los dos.
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